dimarts, 20 de novembre del 2012

El dentista y yo (romance interminable)

**AVISO A LA POBLACIÓN**
Esta entrada puede ser un poco explícita (tampoco pa' morirse), pero los aprensivos, que se abstengan. Y si estáis esperando leer un relato en el que me lío con un dentista buenorro, también podéis absteneros, aunque sería un buen argumento para un relato erótico, ¿no? Tal vez debería escribirlo... Ay, que me voy del tema.


¿Os acordáis de esta entrada en la que contaba cuán traumatizada me había dejado una película sobre un dentista muy sádico? Pues esta tarde me he reunido de valor y he decidido visitar a mi viejos amigos de la consulta. 
(Ojalá fuera éste el amigo, pero no)
Llevo yendo al dentista (y al mismo sitio) desde que tengo 4 años. ¿La razón? Porque mi padre me dejó una herencia desastrosa de dientes mal colocados, dientes grandes que no caben en una boca pequeña y encías que hacen lo que les da la gana.

No recuerdo cuántas veces me han pinchado, sacado dientes, puesto braquets, hecho moldes, puesto empastes, yo que sé, un sin fin de cosas.

Primero, cuando era una niña inocente y, debo decirlo, muy valiente, me sacaron 4 dientes (o más). Me los sacaron pa' siempre, los que no eran de leche, porque no me cabían los demás en la boca y me estaban creciendo en lugares insospechados. Recuerdo que también me lamieron limaron los colmillos, cosa que ahora lamento profundamente.


Para quitarme los respectivos dientes tuvieron que pincharme la anestesia, está claro. Dios no recuerdo nada tan horrible, sobre todo si eran de arriba y tenían que pinchar al paladar. Pero eso no era más que el principio de una pesadilla que aún dura...

A los 12 años o así, llegaron los braquets, esa cosa tan glamurosa y estética que, por suerte, llevan muchos púbers. Fue una etapa muy trágica de mi adolescencia, porque, además, dolía mucho. Y se metían conmigo en el cole :( Me llamaban Renfe (encima el chico que me gustaba) y yo que sé qué más. Un trauma, vamos.

(con lo mona que era, joé)
A los 13 me quitaron los braquets y me hicieron un molde para unas fundas transparentes para llevar mientras dormía. Entonces me encontraron otro problema: tenía las encías de abajo muy bajas, y podía ser que con el tiempo hasta me quedara el nervio de los dientes de delante descubierto. Total, que luego tenía que ir a revisiones y controlarme las encías y tal y pascual. Pero no sirvió de mucho, porque las encías me remitían inexorablemente, y a los 17 años llegó la primera intervención chunga que me hicieron.

Fue un proceso largo y complejo (bueno, no tanto, duró 3 horas). Yo tenía que estar consciente y con lo aprensiva que soy y, sabiendo lo que me iban a hacer, estaba muy nerviosa. La intervención consistía en que me extirparían un poco de carne del paladar (que se regenera bastante rápido) y me la coserían a la base de la encía (donde acaba el frenillo del labio), para que se acoplara y la encía subiera. Os enseñaría fotos de como está ahora, que no queda mal, pero no sé si lo queréis ver.

Mientras me operaban, yo escuchaba múscica con mi mp3, para intentar no hacer caso a los ruiditos extraños y terroríficos propios del dentista, e iba drogada como un caballo, tanto que hasta me parecía gracioso que, cuando me cosían el colgajo de paladar a la encía, el hilo de sutura me hacía cosquillas en el labio. Y vi cosas. Cosas que ahora me dan cosita, pero que entonces ni me importaban. El post-operatorio fue lo peor. Llegar a casa, tener que lavarme la herida, verme el paladar ahí abierto, con dos tramos en carne viva, que por supuesto no dejaban de sangrar. Tragué tanta sangre que hasta llegaba a vomitarla. 

(Precioso, ¿eh?)
Esa vez me quitaron cachos de paladar de cada lado, y tuve que llevar la funda transparente, que cubría el paladar, durante dos semanas, hasta para comer. Bueno, comer, lo que sea que hiciera, porque comer no comía mucho. Papillitas y calditos y purés. Adelgacé bastante, porque además entré en un tipo de mini-depresión porque me costaba horrores hablar, y me dolía mucho hasta reírme, y eso me mataba. ¿No poder hablar ni reír? ¡Venga ya!

Y dos años después me lo tuvieron que volver a hacer... Dejaron que el paladar se regenerara bien, ¡y me lo volvieron a extirpar! Pero sólo de un lado, porque el trozo que quedaba por cubrir era más pequeño. Y lo mismo otra vez, pero no tanto. 

Pero, ¿os pensábais que queda aquí? ¡No! A los 20 me empezaron a salir las muelas del juicio de abajo y, obviamente, me salían mal. Salían hacia los demás dientes y me movieron todos los dientes de abajo (tanta ortodoncia para nada, leches). ¿Lo mejor? Una de las muelas atrevesaba un nervio de la boca y era un poco arriesgado sacarlos, así que tuve que ir a un especialista. Un hombre un poco bruto, pero bueno, hizo su trabajo. Y otra intervención: me abrieron la encía y me sacaron la muela más problemática, que pobrecilla aún no había salido. Y me cerraron, me cosieron, y una semana de post-operatorio. Y al año siguiente, la del otro lado.

Y yo creía que mis problemas con los dientes acabarían aquí. Pero me equivocaba. Oh, si me equivocaba. Hace unos días me di cuenta de que una muela del juicio de arriba, me ha agujereado la encía por un lado y asoma un poco por allí. Cuando me toqué con el dedo y en vez de encía había un agujero y notaba el esmalte del diente, casi me desmayo. Total, que sí, me han hecho hoy otra radiografía y resulta que las de arriba me salen hacia afuera, pero no se veía en la radiografía anterior de hace 2 años. Total, que ahora tengo que volver a pedir hora para que me saquen las de arriba. Las dos a la vez, y a tomar Fanta ya.

Qué deprimición... No quieroooo...

2 INTENTOS:

  1. Jolines!!! Menuda faena... :S
    Siento que te haya tocado vivir todo eso...
    Espero que la extracción de las de arriba sea lo menos traumatica posible y que te recuperes muyyy, muyyy prontito. :)
    Ánimo guapa!!!

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    Respostes
    1. Hahaha sí, algún día tenía que hacer retrospectiva y hablar sobre ello.

      Gracias por tus ánimos :)

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:)

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